Describiendo mi relación con Felipe, lo haré de la manera que justamente él siempre propone: desde el lugar del sentimiento puro. Escribiendo estas líneas me doy cuenta que lo Felipe me despierta es admiración. Partiendo del punto que cualquier persona tiene sus ocupaciones, sus temas, su vida, sus propios asuntos. Y él ciertamente tiene los suyos. Sin embargo, deja todo eso de lado y se entrega por completo a quien lo necesita. Teniendo ese oído tan delicado para detectar cualquier sonido que suene un tanto desafinado. Se llame autoestima, valoración, falta de herramientas o lo que fuese. Él siempre acompaña y está presente haciendo de sostén, mentor, creativo y socio. Felipe indica que hay dos tipos de ayuda y lo ejemplifica:La primera es la de un doctor que pronto a operar transmite tranquilidad, que saldrá todo bien y que están en buenas manos. Sin embargo, él termina de hacer su trabajo, se cambia y ahí finalizó su actividad. Por otro lado tenemos la de un piloto de avión, que es responsable de todos los pasajeros a bordo y transita junto a ellos el camino. Lo hace desde otro lugar pero corriendo los mismos riegos que cualquiera que se encuentre ahí. Yo diría que Felipe no solo es el piloto, sino que sus aviones despegan bajo tormentas eléctricas y con situaciones un tanto complicadas. Sin ningún problema, él se sienta en la cabina y dirige el vuelo hasta llegar a destino. Él se ubica en el lugar del otro y siente lo mismo que aquella persona. No sólo se pone en sus zapatos, sino que con ellos camina y siente la incomodidad del otro. Qué bueno sería que hayan más Felipes en el mundo, pero que maravilloso que Felipe Kopelowicz sea sólo él y de la forma que es. Admiro tu bondad y agradezco tu predisposición siempre. NN.